Las prioridades

Uno de mis clientes de coaching, me contaba hace unos meses, que estaba matriculado en un master desde hacía años que no era capaz de finalizar. Sin embargo, acto seguido aseguraba que ese tema, el de completar sus conocimientos a través de ese master, era una de sus prioridades.

Este es un tema recurrente en determinados procesos de coaching; hablamos con una persona que dice que tiene una prioridad, e incluso ha puesto en marcha una acción para resolverla, pero que no termina de "rematar la faena" o en ocasiones ni siquiera la inicia.


En estas ocasiones, dedicamos un tiempo a sopesar si esa es de verdad una prioridad y en entender las razones por las que no la aborda.

En ocasiones tras una reflexión, el cliente se da cuenta de que esa prioridad en realidad no es tal, sino más bien un espejismo, una imagen que en un momento dado colocó en su mente y que al igual que los paisajes soñados se mantiene durante tiempo en una especie de nebulosa a la que se refiere periódicamente, especialmente en los momentos del año en los que se hace una recapitulación, pero que no tiene trascendencia en el día a día.

En otras ocasiones la reflexión conduce a que esa sí es en efecto una prioridad teórica, pero que se ha quedado en ese nivel y no ha trascendido en el terreno más concreto de acciones a poner en marcha para conseguir el objetivo deseado.

El trabajo entonces del coach se puede centrar en hacer aflorar los impedimentos, los condicionantes o los bloqueos que están produciendo esa situación.

Se producen muchas situaciones diferentes, casi tantas como clientes. Puede ser que el cliente haya planteado mal sus objetivos, no haya calibrado la dificultad de alcanzarlos o el esfuerzo que debe dedicar para ello. En esas ocasiones, se trataría de hacer un ejercicio de realismo y fijar el alcance del objetivo en un nivel más modesto, pero objetivamente con mayores posibilidades de alcanzarse y posteriormente elaborar un plan de trabajo concreto y con resultados medibles.

Porque si un objetivo que se quiera alcanzar, no ha trascendido en ese plan de acción, aunque su consecución pueda parecer prioritaria, en la práctica no lo es. No deja de ser un mecanismo que los humanos tenemos para autoconvencernos o autoengañarnos, con alguna finalidad determinada, quizás acallar nuestra conciencia o cualquier otra finalidad.

Otras veces el trabajo se centra en gestionar mejor el tiempo del directivo, mejorar su agenda, eliminar los ladrones del tiempo, aprender a trabajar mejor, quizás aumentando la delegación o dedicando el tiempo a los temas importantes, que no urgentes.

La situación más complicada se presenta cuando hay que elegir entre un objetivo u otro, porque objetivamente no es posible alcanzar los dos. En esas ocasiones, el trabajo del coach sirve para que el cliente defina sus verdaderas prioridades, indagando los motivos por los que toma una u otra elección y haciendo consciente esa decisión.

En algunos de esos casos, lo que afloran son objetivos que están dormidos y que afectan a la vida personal del directivo, con lo que puede suceder que ese proceso de coaching sea un auténtico revulsivo vital, que sirve para despertar los auténticos deseos de la persona y por lo tanto replantear sus prioridades, que muchas veces no son ganar más dinero, ni promocionar en el trabajo, sino simplemente vivir.